Por: Eduardo Zaragoza

Reinar en el infierno o servir en el cielo   2.5/5

Uno de los grandes directores de todos los tiempos una vez creó una de las grandes películas de todos los tiempos. No solamente una de las mejores cintas de ciencia ficción, ni de terror, sino una de las mejores de cualquier género. 38 años después el maestro regresa con un filme que otra vez lleva Alien en el título.

La historia está fuertemente conectada con la de Prometeo, situada una década después de los trágicos sucesos en los que se vio envuelta la tripulación de dicha misión. Sólo que ahora la nave USCSS Covenant se dirige al planeta Origae-6 para comenzar una colonia humana en dicho mundo. Un contratiempo en el espacio les causa bajas importantes y los obliga a reparar los daños causados; es justo ahí cuando reciben un extraño mensaje proveniente de un planeta cercano y deciden visitarlo basándose en las lecturas de la computadora: se trata de un lugar que puede sustentar vida, con agua, oxígeno y hasta trigo. Y sólo por eso abandonan el plan original para arriesgarse en un planeta que puede albergar vida pero del que no saben nada más, y en una muy mala decisión optan por visitar ese enigmático orbe para llevar a cabo su misión. Al llegar se encuentran con David (Michael Fassbender), el androide que condenó a la misión Prometeo al peor de los destinos, y bueno, no me gusta revelar spoilers, pero es obvio que donde él se encuentra algo malo siempre ocurre.

De hecho en este punto comienzan los problemas del filme, con el guión, carente de sentido común en momentos clave, convirtiendo los sucesos determinantes en algo muy parecido a un episodio de Jackass. Los peores científicos de la historia son mandados al espacio y se olvidan de cualquier tipo de protocolo, de toda medida de seguridad y de razonar un poco siquiera. Las calamidades que sufren no se pueden explicar, y es que las situaciones se sienten forzadas para que puedan desencadenar una serie de eventos que terminarán en gritos, muertes en extremo sangrientas, uno que otro susto, secuencias de acción y más muertes en extremo sangrientas.

Ahí radica el más grande pero, en el desarrollo, en el desenvolvimiento; el maestro Ridley Scott conoce su oficio como nadie y cuando se lo propone puede hacer maravillas, y no ha perdido el toque. Covenant es oscura, macabra y muy retorcida si se decide, es sólo que esa intensidad no alcanza un clímax satisfactorio, no llega a explotar como debería. Cuando llega el gore, la sangre, las tripas volando por todas partes, todo pinta de maravilla, pero ese ritmo no se mantiene, no explota como debería. Se trata de un filme que saca las garras e intimida, pero que realmente no da el zarpazo final, no mata cuando es necesario.

Me siento a gusto con que Alien: Covenant sea la misma película que la original y que todas las secuelas, en muchos aspectos. Con el dilema de la figura de Dios y el hombre, y con que sea un largometraje hermosamente filmado, repleto de talento por donde se le quiera ver, bajo las órdenes de uno de los arquitectos cinematográficos más grandiosos que el mundo haya conocido y que sea una entrega perfectamente actuada por Fassbender. Mi queja es que la promesa era un descenso al corazón de la oscuridad, de las tinieblas, pero solamente recibí la espera por una secuela más y la penumbra de la sala del cine.

Alien: Covenant (Fox)

Reino Unido, Australia, Nueva Zelanda, Estados Unidos, 2017

Director: Ridley Scott

Elenco: Michael Fassbender, Katherine Waterston, Billy Crudup, Danny McBride y Demián Bichir.