Por: Eduardo Zaragoza
Hace un tiempo caminaba por una tienda de música, y en la sección de viniles me encontré con uno que llamó fuertemente mi atención. Se trataba de una versión de Las 4 Estaciones de Antonio Vivaldi pero reimaginada por Max Richter. Y fue algo que jamás habría vislumbrado, algo que no creía pudiera existir, pero estaba frente a mí, justo ahí. Lo que hice fue sencillo; me di la vuelta y no le di más importancia, porque pensé que era absolutamente innecesario, hasta algo absurdo.
Después de un tiempo, buscando algo en Spotify para escuchar, de repente me vino a la mente el álbum que había visto aquella vez. Pensé que sería bueno poder checar lo que Richter había hecho con la obra maestra de Vivaldi, y no mentiré, uno de mis grandes amores musicales. El resultado fue indescriptible e inimaginable.
Lo primero que debo destacar es que en mi mente el concepto de materializar una reinterpretación de los míticos conciertos para violín, era algo innecesario en extremo. Porque se trata de una de las obras perfectas creadas por el hombre, en absolutamente todos los sentidos; Las 4 Estaciones son una cumbre artística, por completo perfecta y que, siendo honesto, de ser modificada de alguna manera lo consideraba como una ofensa. Para mí el meterse con un clásico de tal envergadura equivalía a mancillarlo, a faltarle al respeto. De ahí que realmente no me tomara en serio de primera instancia la variante propuesta por Richter.
Recomposed by Max Richter: Vivaldi – The Four Seasons es precisamente una recomposición de los 4 conciertos para violín, inspirados en las estaciones del año, extraídos de Il cimento dell’armonia e dell’inventione, del maestro Antonio Vivaldi, compuestos entre los años 1716 a 1718. Publicada hasta 1725, de inmediato Las 4 Estaciones se convirtieron en una revolución musical sin precedentes. Vivaldi se las ingenió para introducir sonidos de diferentes especies de aves, perros y hojas, además de conceptualizar de forma sonora paisajes congelados y fogatas encendidas en el frío invierno. Incluso el genio italiano fue más allá y acompañó los conciertos con una serie de sonetos, para profundizar la noción que quería representar de cada estación del año. Se trataba de un idea completamente inusual para la época, y al llevarla a la realidad lo que Vivaldi logró fue no solamente insólito; creó una de las primeras obras conceptuales de la historia de la música, precepto que hasta nuestros días se mantiene vigente y presente en una gran variedad de estilos y escuelas. Igualmente hablamos de una de las exponentes más tempranas de la música programática, entendiéndose como evocativa de conceptos variados para aquel que la escucha. Y 300 años después el mundo sigue impactado por la revolución creada por Vivaldi.
Una obra barroca de la más alta factura, Las 4 Estaciones es también hoy en día una de las más populares representantes de la música clásica a escala masiva. Cuenta con infinidad de interpretaciones, se usa en incontables campañas de publicidad, la escuchamos en un sinfín de películas, series y demás, y hay variaciones en piano, guitarra, hasta versiones en metal han surgido a lo largo de los años. Se trata de una de las creaciones clásicas más populares dentro del mainstream y es parte medular no solamente del canon académico musical, sino también de la cultura popular; ha sido influencia para cualquier músico, violinista, compositor y arreglista de corte académico, sin contar a cineastas, dramaturgos, poetas, guionistas, bailarines, y demás. Por todo esto es que yo pensaba que la perfección debe mantenerse inmaculada, pero siempre se puede cambiar de opinión.
En 2012 Max Richter publicó Recomposed, afirmando que desde siempre había profesado un profundo amor a Las 4 Estaciones, pero con el paso del tiempo y habiendo sido usada en absolutamente todo material posible, Richter consideró que la sobreexplotación había llevado a convertir a Las 4 Estaciones en muzak (música de elevador, música ambiental), por lo que él mismo necesitaba reencontrar su amor y pasión por la obra de Vivaldi. Necesitaba realizar un viaje catártico de vuelta a la raíz de su romance, y fue así que surgió la idea de Recomposed.
Al aventurarse a la tarea, Richter notó que el trabajo de Vivaldi es de corte medular, con patrones sutiles que la erigen, muy similar a la música post minimalista contemporánea, en la que el alemán de nacimiento es especialista; fue ahí donde encontró el punto de convergencia para poder reimaginar a las legendarias 4 Estaciones y poder crear una versión fresca, quizá más ligera que la original y con una aproximación casi cinematográfica, lo cual era parte de la difícil empresa desde el inicio; recrear una de las obras más emblemáticas del arte pero quizá desde una perspectiva más moderna, incluso más colorida.
Para poder lograr su cometido, Richter emplea loops desde el primer movimiento de la primavera (Allegro), que en Recomposed cuenta con un intro de tinte electrónico, dando paso a, de manera sorprendente, una melodía despojada del clásico motif que define por excelencia a toda la obra. Sin los acordes que todo el mundo conoce, parece que no se trata del mítico trabajo, pero en lo profundo del complejo panorama sonoro, se puede vislumbrar a Vivaldi. El enfoque es minimalista pero sin duda hermoso. Es como sentir el sol primaveral y el canto de las aves; justamente lo que lograra Antonio Vivaldi hace unos 300 años.
Max Richter admite que un 75% de la obra original no fue usada por él, y así el resto se vuelve minimalista, lo que le otorga un aura de gran belleza, casi onírica, pero pictórica a la vez. El minimalismo le sienta maravillosamente a lo imaginado por Vivaldi, presentando una colección de sonidos que se notan cinematográficos en estilo, debido a que Las 4 Estaciones tanto de Richter como de Vivaldi narran una historia, dibujan parajes, retratan momentos y emociones.
La primavera, otoño e invierno se transforman y emergen con una piel distinta, ataviadas de colores y arreglos distintos, de sutil cadencia y elegante belleza. La primavera es tan jovial como antes, pero un poco más brillante y desenfadada, mientras que el otoño se nota más sincopado, bravío y altivo. Quizá la menor modificación se encuentre en el invierno, con especial atención al tercer movimiento (Allegro), del cual el mismo Richter se siente orgulloso por la forma en la que lo trabajó.
Pero sin duda el reflector está sobre las 3 piezas del verano. Espectaculares, fastuosas, vividas, estruendosas por excelencia, los Allegro non molto, Adagio e piano y Presto encuentran una esencia muy similar pero renovada, tan impactantes como siempre. Los 3 movimientos se materializan frescos, atrevidos, gallardos; el gran espectáculo del verano de Vivaldi no sufre daño de ninguna índole por parte de la mano de Richter. De hecho la segunda estación, la de las tormentas, es el homenaje más vigoroso y pasional que Richter dedica al maestro. La declaración de amor con mayor autoridad de toda la recomposición es el verano, que puedo asegurar, es poesía absoluta.
Tras escucharla, y saber que Richter volvió a enamorarse de Las 4 Estaciones, caigo en cuenta que fue un acierto de su parte haberse atrevido a tocar a una leyenda. Porque no se trata de un insulto ni mucho menos; es un homenaje, un agradecimiento a uno de los grandes genios de la historia. Jamás me sentí exhausto por la original, y ahora la aprecio incluso más. Pero lo que logró Max Richter no es solamente una evocación de sublime naturaleza, es un remix de música clásica totalmente digno, merecedor de mencionarse junto a su monstruosa y perfecta inspiración.
Recomposed es el testamento claro de que la música más bella que existe es atemporal, que Vivaldi estaba 300 años adelantado a su tiempo, gracias a su magnum opus, y que su legado es inmortal e infinito. Gracias a lo que parecía una insolencia, ahora tengo un nuevo romance con una gema de brillo fulguroso, y siento aún más amor hacia la original. Bien jugado Max Richter, hermosamente bien jugado.
Recomposed by Max Richter: Vivaldi – The Four Seasons
(Universal, Deutsche Grammophon)
Compositor: Max Richter (trabajando sobre una obra de Antonio Vivaldi)
André de Ridder (director), Daniel Hope (violinista principal) y la orquesta sinfónica Konzerthaus Kammerorchester Berlin