Por: Eduardo Zaragoza
Velocidad de naufragio 1/5
En 1959 el mundo pudo ver Ben-Hur, la gigantesca épica de William Wyler basada en la novela de Lew Wallace que se ubicaba en Jerusalén, durante la vida de Jesús de Nazareth. Dicho filme se convirtió en un rotundo éxito, convirtiéndose en el que puede ser el estandarte de las grandes súper producciones bíblicas de la época dorada de Hollywood, y consentida del canal 5 para disfrutar cada Sábado de Gloria por el resto de los tiempos. Y además fue la primera en obtener la cifra mágica de 11 Premios de la Academia, número que solamente ha sido igualado por Titanic y El Señor de los Anillos: El Retorno del Rey. Básicamente estamos hablando de un clásico de clásicos, por lo que intentar hacer una nueva versión de dicho filme sería jugar con fuego, y de hacerlo, tendría que ser un proyecto gigantesco, descomunal.
Metro-Goldwyn-Mayer y Paramount decidieron hacer un remake de Ben-Hur y lo dejaron en manos de Timur Bekmambetov, cineasta que dirigió previamente Se Busca y Abraham Lincoln: Cazador de Vampiros, además de las cintas rusas Night Watch y Day Watch. Tal vez no es el realizador más reconocido ni el que cuenta con el cartel más apantallante, pero las cosas siguieron su curso.
La trama va así: Judah Ben-Hur (Jack Huston) es un príncipe judío que vive con su madre, su hermana y un hermano adoptivo llamado Messala Severo (Toby Kebbell). Judah no tiene ningún problema con su vida pero Messala sí, ya que se siente fuera de lugar y con cierto complejo de inferioridad. Por eso decide enlistarse en el ejército romano y hacerse de un nombre por sí mismo, ganando gloria y respeto en el proceso. Al lograr sus objetivos vuelve a Jerusalén para encontrarse con Judah y su hermana Tirzah Ben-Hur (Sofia Black-D’Elia), el interés romántico de Messala. Y justo en esos días, el gobernador Poncio Pilatos (Pilou Asbaek) es atacado por un insurgente llamado Dimas (Moises Arias) que resulta ser ese famoso Dimas que están imaginando. El problema es que el susodicho se encontraba en la casa de los Ben-Hur cuando atenta contra la vida de Pilatos y entonces las cosas se ponen muy feas para el héroe titular y su parentela. Las mujeres son encarceladas de por vida y Judah es condenado a morir en las galeras; pero el destino habrá de regresarlo a su tierra natal y a enfrentarse con Messala en una carrera de cuadrigas que puede significar la vida o la muerte.
El problema con esta película no es solamente uno, son muchos y muchas deficiencias, prácticamente en todos los aspectos, y al combinarse acaban por enterrar un proyecto que podría haberse convertido en un hit absoluto.
El filme es aburrido y peca de solemne. Los personajes están cero delineados y no logran que la audiencia jamás establezca una conexión con ellos. Jack Huston no podría tener un desempeño más deslucido y desangelado; el protagonista de la cinta es un gris y triste Ben-Hur que no es ni la sombra de un Charlton Heston que se hiciera acreedor a un Oscar por el mismo papel. Y Toby Kebbell está en las mismas con su interpretación de un Messala compungido sí, pero para nada amenazante ni realmente cruel. Es un pésimo antagonista para un protagonista deplorable. Y ambos navegan en un océano de nula trascendencia derivado de un guión infame en el que no existe la importancia por contar una historia entretenida y bien estructurada, que cautive a la audiencia.
La repartición de culpas recae fuertemente en Bekmambetov, un director que no posee el cartel ni la envergadura para guiar este proyecto. La poca visión del director maltrata la cinta de principio a fin, con un desarrollo carente de naturalidad y fluidez, y como resultado toda la película parece una aburrida clase de catecismo y no una pieza de entretenimiento genuino. Y no sólo hay que señalar al director por eso, los productores ejecutivos Mark Burnett y Roma Downey también son responsables de que el barco no se dirija a ningún lado y termine naufragando.
Las comparaciones siempre son odiosas pero no se puede no pensar en esta nueva versión sin confrontarla con el filme de 1959, porque la de William Wyler es una de esas extravagancias que hacen época, que por todos sus elementos se vuelven una delicia para los amantes del cine. El soundtrack de Miklós Rózsa es monumental, la dirección de arte más que sobresaliente, la edición, sobre todo en la famosa carrera, maravillosa. Las actuaciones realmente eran sobresalientes y algunas escenas estaban cargadas de una emotividad asombrosa, vaya, la película es realmente emocionante. En esa grandiosa cinta podemos ver a Messala (Stephen Boyd) mirar directo a los ojos a Ben-Hur (Charlton Heston) y decirle que su madre y hermana morirán en prisión y él nunca volverá a verlas porque las galeras serán su tumba. Judah jura que de alguna manera u otra volverá para vengarse y entonces las cosas serán muy distintas. Uno puede ver el odio en los ojos de Heston, proyectando verdadero sentimiento, poderoso e impactante, y es justo esa pasión y entrega lo que falta en la Ben-Hur de 2016. Más que una decepción, es una verdadera tragedia de proporciones épicas.
Ben-Hur (MGM, Paramount)
Estados Unidos, 2016
Director: Timur Bekmambetov
Elenco: Jack Huston, Toby Kebbell, Ayelet Zurer y Morgan Freeman.