Por: Eduardo Zaragoza
LANA DEL REY
ULTRAVIOLENCE (INTERSCOPE) 4.5/5
Tal vez ustedes recuerden aquel brillante monólogo de David Carradine en Kill Bill Vol. 2, en el que le explica a Uma Thurman por qué Superman es diferente al resto de los súper héroes.
En esa secuencia, Tarantino, vía Carradine, revela una verdad incuestionable: todos usamos máscaras. Y es que Bruce Wayne se convierte en Batman. Peter Parker se convierte en el Hombre Araña. Pero Superman nació siendo Superman y se convierte en Clark Kent; ése es su alter ego. Lo mismo pasa con Lana Del Rey.
Elizabeth Grant no creó un alter ego llamado Lana Del Rey; Lana se convierte en Elizabeth cuando debe encajar con el resto de las personas. Elizabeth Grant es la máscara, y esa máscara cae en Ultraviolence.
Lo expuesto anteriormente es necesario porque la Lana Del Rey que vemos hoy es muy diferente a la de hace 2 años, cuando se lanzó Born to Die.
Aquella era una cantante que se volvió la mujer más famosa del mundo y que pasó de ser una promesa fulgurante a una figura odiada y satirizada a niveles pocas veces vistos.
Y es que Born to Die debía ser, para muchos, una revolución pop de raíz, con una profunda comunión entre lo estético, lo lírico y lo comercial. Inexplicablemente muchos lo odiaron, pero el LP fue todo lo que prometió y mucho más. El álbum es una lúgubre antítesis del sueño americano y de una vida de ensueño. Es pop haciendo lo que el pop no debe hacer.
Lana Del Rey es un agente del caos. Es una provocateur por naturaleza y quizá sea el máximo estandarte del showbiz en ese renglón. Con Born to Die llegó a lo más alto en un parpadeo y luego cayó al mismo infierno, inexplicablemente. Pero en el proceso se convirtió en un icono, un ídolo cuyo culto ha eclipsado al del resto de los músicos de su generación, descomunalmente.
Así que el reto del segundo disco era una montaña enorme de escalar, y el resultado es, por decir lo menos, apabullante.
La producción de Ultra tiene al genio Dan Auerbach ejecutando un movimiento magistral; el líder de The Black Keys no altera el plan que Del Rey traza, por el contrario, da rienda suelta a la imaginación de la cantante, optando por un enfoque minimalista y muy oscuro.
Lana Del Rey ha compuesto un LP melancólico y macabro, nacido de la violencia netamente universal. El track que le da título al disco (con inspiración de La Naranja Mecánica de Anthony Burgess) es triste y desconcertante. La violencia física y el amor parecen ser inseparables y la dependencia hacia lo que ella llama “el líder de su culto” es grotesca. La violencia suena como violines llorando y Del Rey disfruta su dolor. La máscara con la cara de Elizabeth Grant ha caído y la verdadera Lana Del Rey se revela como la antagonista de la historia. La villanía es la faceta que mejor le va.
Auerbach entiende a la perfección la fascinación retro y crea atmósferas psicodélicas con cadenciosos riffs de guitarra y sintetizadores que se funden en la profunda voz de Del Rey. El disco es amenazante y como menciona en el track Ultraviolence, “venenoso.” Al escucharlo, pareciera que nos encontramos en un sueño al que llegamos sin saber cómo y, súbitamente, se ha vuelto una pesadilla.
Del Rey parece sollozar en Cruel World mientras rinde homenaje a Pink Floyd y a Lou Reed por igual. Son más de seis minutos dedicados a la decadencia y a la autodestrucción de la que parece no haber escape.
West Coast brilla por sus cambios de ritmo y su estructura poco ortodoxa que desemboca en una espiral bizarra de deseo y decadencia con una letra en spanglish retorcida y confusa. La marca de la casa.
Los parajes de Ultraviolence son siniestros pero brillantes, y el álbum sorprende por lo personal que se llega a sentir. Lana Del Rey canta acerca del amor y el glamour en su vida en la conmovedora Old Money. A pesar de aparentar tenerlo todo, se siente sola sin saber por qué.
Usando el vehículo de la soledad y la tristeza es como firma un himno personal llamado Sad Girl. La canción tiene vestigios de Radio y Dark Paradise, sobre todo al llegar al coro que recalca que la tristeza es parte de su cotidianidad.
El disco es indudablemente una declaración de autoridad en el que Del Rey deja en claro que éste es su show en Fucked My Way Up to the Top. No duda en mostrarse ambiciosa y pide dinero, poder y gloria en Money Power Glory. Tal vez sí creció en la vena del hip-hop como lo mencionara en Blue Jeans.
Lana Del Rey se presenta tremendamente complicada, envuelta en las sombras y en papel de villana, dejando en claro que ama el caos y lo que puede crear. La violencia que retrata no es ajena para nadie y el dolor lo es menos, pero lo extraño del disco es que amalgama esos elementos y de alguna manera los convierte en una suerte de poema fatalista que refleja la decadencia de la realidad que vivimos.
El LP plantea muchas preguntas, teniendo en el mayor de los casos respuestas llenas de dolor y nostalgia. Es la apertura total de su creadora invitándonos a observar el mundo a través de sus ojos, de sentir la oscuridad y la tragedia de la que tanto habla.
Ultraviolence es un punto de inflexión para la cultura pop, cuyo impacto y repercusiones se han sentido de inmediato. La máscara ha caído y finalmente hemos visto al verdadero músico, a la mujer que ha sido amada y odiada y en el proceso se ha vuelto un ídolo de culto como ya casi no hay.
Ultraviolence no marca su redención; es la gran venganza de Lana Del Rey.