Por: Eduardo Zaragoza
La aburrición de Smaug. 2.5/5
Los pecados de la versión fílmica de El Hobbit han sido varios desde el principio. Primero hay que considerar que Un Viaje Inesperado fue larga y aburrida. Además se consideró que era una gran idea hacer 3 películas en vez de una, ya que es muchísimo mejor ganar 3 mil millones de dólares a sólo mil millones. El guión es flojo y a ratos bastante simplón con momentos de humor innecesario que llega a ser molesto. Y por último, y quizá el punto clave: no es El Señor de los Anillos.
La trilogía que relata la gran Guerra del Anillo fue el suceso cinematográfico de la década. Olvídense de Harry Potter y demás. El Señor de los Anillos es la madre de todas las leyendas.
El Hobbit: La Desolación de Smaug nos lleva de regreso a la Tierra Media junto con Bilbo Bolsón (Martin Freeman), Gandalf el Gris (Ian McKellen) y Thorin Escudo de Roble (Richard Armitage). Al lado de varios enanos, intentan recuperar la ciudad de Erebor. Sólo que hay un pequeño detalle. Un monstruoso dragón duerme dentro y no es fácil derrotarlo.
Con 161 minutos de duración el viaje es completamente desgastante. La película se siente terriblemente estirada y llena de paja en todo momento. El ritmo va de lento a súper lento y a ratos es inevitable ver la hora para saber cuánto falta en la proyección. Secuencias enteras son insertadas para tener el justificante de hacer una trilogía. Si la cinta tuviera un recorte de una hora no estaría nada mal. Una edición extendida será un martirio.
Bien es cierto que Smaug es impresionante y hasta brutal, y Benedict Cumberbatch hace un gran trabajo dándole voz. La secuencia climática dentro de la montaña es espectacular y cumple satisfactoriamente.
El gran problema no está en los personajes que no aparecen en la novela (Legolas y Tauriel) ni en algunos efectos visuales que parecen de videojuego. El gran “pero” está en el alma de la historia y cómo nos es entregada. El Señor de los Anillos es la historia de un mundo acechado por el más terrible de los males y cómo unos cuantos valientes se atreven a desafiarlo y eventualmente triunfan. Legolas, Gimli, Frodo, Sam, pero sobre todo Aragorn (Viggo Mortensen) se convirtieron en personajes legendarios y entrañables que el público adoró y los hizo parte del imaginario colectivo. En El Hobbit nadie está a su altura. No es que el reparto haga un mal trabajo, es sólo que no tienen el carisma y la historia no es tan espectacular como la gran trilogía de Tolkien.
Pero no todo es malo. La aparición y subsecuente batalla de Smaug es espectacular pero no es el momento clave de la cinta. Cuando Gandalf va a Dol Guldur para enfrentarse al Nigromante encuentra un poder terrible, lleno de oscuridad y maldad al que no puede combatir. Frente a él se revela una figura tétrica que emerge de las llamas y que anuncia un caos descomunal. El gran enemigo ha vuelto y trae consigo la calamidad. La secuencia es sublime y tan espectacular que vale el precio del boleto sin dudarlo un segundo. Algo más malévolo y peligroso que un dragón anda por ahí.
The Hobbit: The Desolation of Smaug (Warner Bros.)
Estados Unidos, Nueva Zelanda 2013
Director: Peter Jackson (The Lovely Bones)
Elenco: Ian McKellen, Martin Freeman, Richard Armitage y Benedict Cumberbatch.